Por Santiago Cartagena.
A lo largo de nuestra vida atesoramos recuerdos que disfrutamos al momento de recordarlos; un chocolate caliente en un día frío de lluvia puede hacernos sentir cómodos mientras acariciamos la manta que nos cobija, o, tomarnos esa bebida fría cuando sentimos un calor sofocante que nos deshidrata a cada paso o; que tal recordar el golpeteo que producen las olas del mar contra las piedras en un mágico atardecer mientras la arena caliente se desliza suavemente entre nuestros dedos. Todos estos recuerdos guardados en nuestra memoria tienen la capacidad de permitirnos revivir cada sutil detalle.
El voluntariado social, te brinda la oportunidad de interactuar con personas, en diferentes condiciones y edades. El voluntariado te enfrenta a la curiosidad inocente de los más jóvenes, de las preguntas certeras de los maestros o a las experiencias particulares de la gente con más años. Te da la oportunidad de poder contrastar tu conocimiento en dirección de proyectos con las vidas de cada uno de ellos, sus casos, sus sueños e inquietudes, te da como voluntario un sentimiento que te lleva, te exige, te calienta, te reconforta y te empuja hacia adelante como una sopa de pollo cuando te sientes débil.
En un momento dado, la vida te ofrecerá la oportunidad de ser voluntario y de prepararte esta sopa de pollo, de poder transmitir tus conocimientos, de brindar apoyo, de conocer otras realidades, desarrollar otras capacidades y en cada sorbo disfrutarás como este sabor de ayudar, te hace sentir y percibir cuál es el verdadero significado de ser un Director de Proyectos con su equipo.
Al final, cada vez que recuerdes esa oportunidad de voluntariado, sentirás como esta sopa de pollo te reconforta, no pierdas la oportunidad que te brinda la vida de tener tu propia receta. Sé un voluntario.